domingo, 24 de mayo de 2009
Merlo: El paco y las mafias policiales
La propaganda oficial (no necesariamente oficialista) ocupó la tapa de los diarios de la semana pasada con un llamado "mega-operativo", que permitió secuestrar 8 mil dosis de paco y detener a una decena de "perejiles". Como indicaron algunos medios, 8 mil dosis apenas equivalen al consumo promedio de 13 chicos del conurbano durante un mes. Casi al mismo tiempo, los bombos y los platillos batieron parches sobre la apertura de una escuela secundaria en la Villa 21, donde poco antes el cura José María "Pepe" Di Paola fue amenazado de muerte por sus denuncias sobre el paco. Es casi una provocación: esa escuela sólo puede recibir 121 alumnos y únicamente tiene primer año, y hay centenares de chicos en lista de espera. Son noticias pour la galerie o, como dicen en el barrio, para la gilada.
La policía alienta y promueve la venta de paco y manda a los pibes a robar, y cuando el escándalo crece hacen caer a alguna bandita de dealers para ocupar espacio en los diarios. Los chicos dejan en la comisaría la "astilla" -la parte del botín correspondiente a los "ratis"- y se quedan con una porción miserable. A veces con nada, sólo un pase para conseguir más paco. "Me ponían una pistola en la cabeza si no les daba plata", declaró el "Kitu", aquel chico supuestamente involucrado en el asesinato de Rodolfo Barrenechea. Cuando algún pibe se niega y además les hace frente, bien puede terminar como Luciano Arruga, desaparecido por la policía en Lomas del Mirador. Y si, atiborrados y sacados por el paco, "se zarpan", acaban con un tiro en la cabeza.
La irrupción masiva del paco a partir de la crisis de 2001 resultó extraordinariamente funcional a las mafias policiales, que gracias a ese veneno multiplicaron sus negocios.
"Parte del botín logrado, por ejemplo, tras el robo de un auto, se recolecta en las gorras. ‘En el caso de los coches, la bolsa a distribuir puede ir de los 800 a los 2.000 pesos', explica un ex comisario de la Bonaerense. Entre el agente de calle y el reducidor, la repartija es de 50 y 50. A los chicos les toca una ínfima parte. ‘Hasta les pueden dar 20 ó 30 pesos. Nada. Lo que a los pibes les importa es solucionar el problema de no tener paco', agrega un informante, un abogado que conoce de cerca los pasillos de los asentamientos porteños" (ElArgentino.com, 30/4).
Veneno viejo, negocio nuevo
El paco no es un producto nuevo. Es pasta base de cocaína, consumida desde hace décadas en los pisaderos del Chapare boliviano. No es una droga, es un desecho de la elaboración de cocaína. Nadie sabe bien qué contiene, además de una porción de clorhidrato de cocaína, porque sus componentes varían según el fabricante. En todos los casos tiene polvo de viruta, que produce enfisemas pulmonares.
La irrupción de esa basura en la Argentina se vincula con la llegada al país de los grandes carteles de la droga y el incremento explosivo de la producción local de cocaína. En consecuencia, de los desechos de esa fabricación, a los que rápidamente se les creó un mercado. Un cambio en la macroeconomía local del narcotráfico.
El paco se fuma en pipas y resulta excepcionalmente adictivo, porque sus efectos, intensos, son muy breves: apenas unos minutos. De la sensación de euforia que produce se pasa rápidamente a otra de angustia y profunda depresión. Por tanto, genera una necesidad compulsiva de volver a consumir de inmediato.
Entre sus consecuencias se tienen el enfisema pulmonar por la irritación de la mucosa respiratoria, trastornos cardiovasculares y modificaciones severas de conducta porque, literalmente, se vuela el lóbulo frontal y se produce un exterminio neuronal irreversible, hasta llegar a estados de demencia o muerte.
En ese proceso, no deja en momento alguno de producir una extraordinaria rentabilidad a quienes la comercian y a quienes usufructúan sus efectos secundarios: las víctimas "desaparecen, se vuelven desechables, pero hasta el fin generan ganancias..., (el paco) además, tiene la condición sine qua non de la mercancía capitalista: la masividad", explica la socióloga Alcira Daroqui, una especialista en la cuestión (http://www.intercambios.org.ar/).
"Son policías los que reclutan a pibes de diferentes villas, los arman y después les liberan zonas para que puedan robar y huir sin inconvenientes", dice Nelly Valdano, docente de la escuela 162, de la Villa Puerta de Hierro, y añade: "Es un secreto a voces que los policías reclutan a los chicos y después liberan las zonas para que puedan robar" (www.taringa.net, 13/12/08).
Como se ve, mienten alevosamente todos los que hablan de la "ausencia del Estado" en el problema de la inseguridad o de la distribución de drogas en las villas. El Estado, por medio de la policía y de punteros políticos, está muy presente y es el primer organizador de la drogadicción, del envenenamiento de los chicos pobres y de la promoción del delito en la Argentina.
Alejandro Guerrero
CARCELES: Zona liberada
Un reciente informe publicado por el diario Crítica (10/5) pone de manifiesto lo que el gobierno y los candidatos de la oposición se esfuerzan por ocultar: el Estado organiza la delincuencia.
La nota transcribe varias denuncias de detenidos. Por ejemplo, uno de ellos asegura que, a fines de diciembre de 2008, desde la cúpula del penal donde se encuentra, le pidieron a él y a sus compañeros de celda que "le diéramos un par de puñaladas" a otro interno y a su mujer porque estaban "molestando" con el Comité de la Tortura. "Nos dijeron que si se nos iba la mano, no habría problemas".
La esposa de otro detenido declaró ante el ministerio público que "agentes del Servicio Penitenciario bonaerense presionaban a su marido, detenido en la U47, para que asesinara a otros internos a cambio de ciertos favores: drogas para consumir y vender, zonas liberadas y visitas a gusto".
El intercambio de armas (arpones y facas), drogas, visitas, celulares, alcohol a cambio de plata o servicios para los "ratis" son un fenómeno cotidiano. El servicio penitenciario tiene montado todo un esquema de "salidas" de internos para robar "a cuenta" del mismo servicio penitenciario.
Existe un verdadero "mercado interno" en la cárcel, en el que se negocia de todo, desde comida y ropa hasta derecho a visitas de familiares o amigos, que es alentado y controlado por la cana, la cual por supuesto se lleva la parte del león.
El servicio penitenciario regula la "movilidad social interna" entre los presos (en la cárcel, cualquier pequeño privilegio es un tesoro), y ha formado una casta adicta, que realiza la mayor parte del trabajo sucio.
¡La inseguridad viene de arriba!
Las miserias a las cuales son sometidos los detenidos son conocidas por todos: hacinamiento, hambre, enfermedades, degradación. La descomposición del capitalismo agrava esta situación todos los días.
El informe anual del CELS sobre 2008 recientemente publicado (Página/12, 7/5) asegura que en la provincia de Buenos Aires, con 27.614 personas privadas de su libertad, el sistema está excedido en por lo menos 10 mil personas respecto de las plazas disponibles.
Dentro de los establecimientos penitenciarios, la tortura, las "requisas", las golpizas y todo tipo de violación a los "derechos humanos" está institucionalizada.
La cárcel es un ámbito de destrucción para quienes son encerrados. Vejados, los detenidos son carne de cañón del Estado y de su "política de seguridad".
Pablo (UJS Derecho-UBA)
Mario Benedetti
El domingo 17 de mayo murió, en Montevideo, el escritor Mario Benedetti.
Benedetti fue el integrante más conocido de lo que en Uruguay se conoce como la "Generación del 45" o la "Generación Crítica". A comienzos de la década del 60 ya era el escritor más popular en el país; en esos años ya se había destacado en la novela ("La Tregua"), el cuento ("Montevideanos"), la poesía ("Poemas de la oficina"), y el ensayo ("El país de la cola de paja"). Algunas de sus obras fueron llevadas al cine: la primera película argentina nominada al Oscar fue precisamente "La Tregua".
Benedetti también se destacó como ensayista, en particular con una extensa obra sobre la literatura uruguaya del siglo XX, y ensayos sobre Rodó y otros escritores.
Su trabajo como periodista (incluyendo el género humorístico) también es muy conocido. Junto a muchos integrantes de la generación del 45 participó del célebre semanario "Marcha" de Montevideo, en torno al cual se organizó buena parte de la intelectualidad de izquierda en Uruguay.
Su militancia política reflejó la evolución de las capas medias y la intelectualidad uruguaya y latinoamericana. Aunque tuvo al comienzo vinculación con el Partido Socialista, en la década del '70 se vinculó a los Tupamaros, siendo uno de los principales dirigentes del Movimiento de Independientes 26 de Marzo, brazo legal de ese movimiento. La brusca agudización de la crisis económica, social y política en los años '60, así como la influencia de la revolución cubana, produjo una radicalización en las capas medias uruguayas. Buena parte de la intelectualidad simpatizó, o directamente adhirió, a los tupamaros y otros grupos revolucionarios del mismo carácter. La canción "Cielito del '69", cantada por el dúo Los Olimareños, escrita por Benedetti, es una clara reivindicación de los Tupamaros. En la novela "El cumpleaños de Juan Angel" (1971), su protagonista es un joven de clase media que se integra a la guerrilla urbana.
La derrota de los Tupamaros, y el prolongado período reaccionario abierto con el golpe y la dictadura militar provocará un giro en las posiciones de esta intelectualidad, incluido Benedetti. Este no solamente pasó a rechazar el foquismo, sino también a la lucha revolucionaria en general, adoptando una postura democratizante. Benedetti vivió en el exilio durante la dictadura militar, y posteriormente retornó al Uruguay, donde no mantuvo una militancia política destacada. Se mantuvo fiel al Frente Amplio, que contribuyó a fundar en 1971. Estuvo presente en la ceremonia en que Tabaré Vázquez asumió la presidencia como un invitado especial.
En su apoyo al gobierno del Frente Amplio defendió la instalación de las plantas de celulosa por parte de las multinacionales, y atacó la lucha del pueblo entrerriano contra la contaminación. Incluso pidió la represión al corte de ruta de Gualeguaychú.
En casi todas sus obras los protagonistas pertenecen a las capas medias que él mismo integró. Esa pequeña burguesía que pasó de la desilusión en la democracia burguesa a la radicalización política y hasta el foquismo, para luego recorrer el camino inverso, hacia la integración al régimen político burgués, se encuentra perfectamente retratada en la obra de Mario Benedetti.
En estos días se han ido dos de los mejores escritores de la "Generación Crítica", la poeta Idea Vilariño y Mario Benedetti. La juventud debe conocer su obra y su trayectoria política, como condición para que aquella generación sea, también, sometida a la crítica.
Rafael Fernández
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