jueves, 13 de agosto de 2009

Economía

Un obituario a la e(K)onomía

La caída del 9% de la actividad industrial en la primera mitad del año, anunciada la semana pasada por la Unión Industrial Argentina (UIA), remata tres trimestres consecutivos de caída de la producción manufacturera. Son cifras que no se registraban desde el colapso de 2001. La caída en el valor de la producción agropecuaria anual es aún mayor, como consecuencia del derrumbe de los precios internacionales y de la sequía. Las estimaciones más recientes sobre la caída global del producto bruto interno (PBI), en el primer semestre, rondan el 5%.

Recesión

La manipulación de los índices de precios el IndeK infla también a su gusto los índices de producción. Los pronósticos de consultoras privadas de una caída en el PBI para este año del orden del 3% también subestiman la quiebra del ciclo económico, pero porque toman en cuenta los valores promedio del producto a lo largo del año, y no los de su punto más alto.

La inversión viene cayendo mes a mes desde noviembre pasado. El retroceso mayor fue en mayo: 20% por debajo del nivel del mismo mes del año anterior. El impacto sobre la industria de base es, por eso mismo, muy fuerte. El cronista de Ambito Financiero del jueves 6 toma el informe de la UIA para confirmar que “las cifras que reflejan la inversión de los empresarios sigue en niveles de catástrofe”: la importación de bienes intermedios y partes para bienes de capital se desplomó el 43,5%.

Fuga de capitales

El dato más significativo de la debacle ekonómica en curso es la espectacular fuga de capitales, que ahora es todavía mayor que en 2001: suma 43 mil millones desde 2007, una magnitud equivalente al 15% del producto bruto anual, y “es la más grande en la historia económica del país”, señaló el economista Miguel Bein (La Nación, 19/7).

A diferencia de 2001, la actual huida fue financiada no con el vaciamiento de las reservas del Banco Central sino con el saldo del comercio exterior. Pero como la caída de las importaciones es fenomenal (se han derrumbado un 40% en estos primeros seis meses del año), es la recesión la que financia esta fuga de divisas sin precedentes.

Los pesos que se van en la compra de dólares se restan al mercado interno. La ekonomía del “modelo del trabajo y la producción” es de un colosal parasitismo. Lo retrata con ironía el mismo Miguel Bein cuando sostiene que la enorme salida de dólares “contribuyó en más de un cuatro por ciento al paquete financiero de los Estados Unidos para evitar una disrupción en el sistema de pagos global”. Su conclusión es impecable y merece citarse completa: “¡Y pensar que todavía hay dudas respecto del alineamiento de la Argentina con Occidente! No financiamos la construcción de nuestras rutas, viviendas, centrales eléctricas, ni la inversión en maquinaria, pero estamos donde el mundo nos necesita: financiando el déficit fiscal y financiero de las empresas del mundo desarrollado (...) la Argentina, con un largo camino por delante (cada vez más largo, dados los crecientes niveles de marginalidad y pobreza) hacia el desarrollo, da así muestras fehacientes de la preocupación del actual gobierno por el orden mundial. Hasta se podría decir que semejante contribución a la estabilidad financiera global redime al país de su posición neutral hasta casi la finalización de la Segunda Guerra Mundial”.

Nada que agregar. Es una especie de obituario para el “modelo K”.

Pablo Rieznik

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